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¿Qué va a pasar después de la pandemia?


Para casi todos, el 2020 fue un año estresante. Un año donde la ansiedad y el estrés estaban al mil por hora. No podías ni ir a la tienda de la esquina sin pensar que el vecino de al lado podría contagiarte y llevarte a una cama de hospital de la que no saldrías en un buen rato. La gente estaba vuelta loca yendo al súper a comprar la comida que necesitarían en los próximos dos meses y el papel de baño se acababa como si las compañías que hacen los papeles de baño fueran a quebrar el día de mañana. Y nadie sabía qué estaba pasando, la verdad. Estábamos siendo bombardeados con malas noticias a donde sea que volteáramos. Nadie estaba a salvo. Si prendías la televisión, solo veías los reportajes de las fosas de muertos en Italia y si bajabas la mirada para ver el celular, solo te encontrabas con gráficas indicando el desplome de los mercados internacionales. Todo parecía estar mal y nadie podía ver la luz al final del tunel.


Sin embargo, después de esta agonía que fueron los meses de marzo y abril, muchos nos dimos cuenta que estábamos bajo el primer periodo de tiempo en nuestras vidas donde, sorprendentemente, no se esperaba que fuéramos productivos en lo absoluto. Por primera vez en mucho tiempo el simple hecho de no hacer nada estaba bien y todos parecían entenderlo. Empezaron a existir todas estas campañas promoviendo la salud mental de las personas que permanecíamos en casa y muchos llegaron a tener hasta días extras de vacaciones en sus respectivos trabajos para promover estas nuevas prácticas (muchos otros, en cambio, vieron una reducción de estos para compensar los días que no trabajarían por estar laborando remotamente). Y aunque suene extraño (incluso hasta malo), esos primeros días donde fuimos obligados a estar encerrados en nuestras casas no haciendo nada mas que ver las noticias y comer todo el día, fueron algo que mi cabeza vio como vacaciones.


Había regresado a mi casa después de 6 años de haberla pasado fuera del estado estudiando la universidad y después trabajando, así que volver y darte cuenta que las cosas estaban más o menos igual a como las habías dejado fue algo que me reconfortó al principio (con sus cosas buenas y cosas malas). Pude darme el lujo de no preocuparme por pagar la luz a tiempo, no revisar que hubiera gas, checar que no me hubieran cortado el internet... Y pues todo lo pude hacer porque según mi cabeza, yo nada más estaba de visita en mi casa. Todo esto iba a ser por un tiempo y nada más, así que lo único que tenía que hacer era relajarme. Fue así como volví a enamorarme de los videojuegos y del escape que son cuando todo parece estar mal allá afuera. Sí, tenía que trabajar para que no me despidieran, pero mi cabeza estaba en otro lado. Y ese otro lado era un juego para mi Nintendo Switch llamado Animal Crossing: New Horizons.


Pero ya pasó un año desde el día que fuimos obligados a permanecer en nuestras casas. Un año de ver a todos los negocios de la avenida principal cerrados sin fecha segura de reapertura. Un año de ver como nuestro mundo se nos venía abajo. Y sí, mucho ha pasado en este año que ha sido de miedo para casi todos. Hay gente que se nos ha adelantado, personas que tuvieron que cerrar sus negocios y familias que no se han podido ver en un buen rato ya. Y aunque todas estas cosas merecen el debido respeto por parte de los que no se han visto en estas situaciones tan trágicas, la verdad es que no nos queda de otra mas que seguir yendo hacia adelante aunque todo parezca que está roto. De hecho, el puro hecho de seguir acá en un mundo post pandemia tiene muchas otras implicaciones de las que no se han hablado suficiente todavía.


Y todos estos cambios que van a existir una vez podamos salir a la calle otra vez van a ser difíciles.


Sin lugar a dudas, una de las cosas que me mantuvo cuerdo al principio de esta cuarentena interminable fue seguir una rutina. La estabilidad y el sentimiento de control que me daba hacer las mismas cosas todos los días durante marzo y abril del año pasado era increíble. Y aunque "rutina" y "estabilidad" son palabras que me asustaban hace un año en donde todo lo que quería era vivir cosas nuevas e interesantes porque vivía en la capital y así era como se tenía que vivir, creo que ahora más que nunca es que estas palabras me traen un significado completamente diferente.


Pero estoy seguro que yo no fui el único que encontró confort en la consistencia que una rutina me traía. Todos empezamos a crear rutinas que nos servían individualmente a cada uno de nosotros. Algunos descubrieron su pasión por las películas, otros por los libros. Quizá te diste cuenta que leer todos los días a las 9 de la noche te ayudaba a dormir más profundamente o quizá no. Lo realmente importante aquí es que fue gracias a esos pequeños rituales que hacíamos, esas rutinas que seguíamos cada mañana o esas lecturas antes de dormir, que por fin y después de mucho tiempo nos empezamos a conocer nosotros mismos. Aprendimos a saber cuándo estar solos y cuándo necesitamos compañía. Aprendimos que éramos buenos haciendo flan y que podíamos hasta venderlo. Aprendimos que nos gustaba hablar e incluso intentamos hacer un podcast con nuestros amigos para platicar más seguido. Sin embargo, muchas de estas cosas de las que nos pudimos dar el lujo de hacer en el 2020, solo pudimos hacerlas por el acuerdo implícito que todos hicimos como sociedad de que estaba bien hacer las cosas que disfrutamos y que no necesariamente se tienen que traducir en trabajo.


El miedo que he estado sintiendo desde la primera noticia de que la vacuna estaba a punto de salir al mercado es justo ese: ¿Qué va a pasar en un mundo post pandemia? ¿Acaso este acuerdo de que no necesitamos ser productivos todo el tiempo está a punto de llegar a su fin? Nos hemos acoplado tanto a esta vida sedentaria que sin duda el cambio más radical que vamos a sentir va a ser el de volver a salir, y el puro hecho de volver a salir tiene implicaciones como la que acabo de mencionar. Muchos estarán dispuestos a renunciar a todo lo que hemos logrado como sociedad con respecto a salud mental, productividad y seguridad y está bien; es más, hasta yo estoy ansioso de poder retomar mi vida como la había estado teniendo hasta marzo del año pasado. Pero si hay algo que mi rutina no me enseñó es sin duda a enfrentar cambios. Y no estoy seguro si en verdad estoy a dispuesto a dar mi salud mental a cambio de la "libertad" que antes tenía.


Quiero ser el primero en equivocarme cuando digo que una vez retomada la vida como lo era antes, vamos a olvidar todo lo que pasó en este año que todos parecen querer olvidar. Un año donde hubo cosas malas y otras peores, pero en el que sin duda hicimos muchísimos avances en cuanto a temas de salud mental se refiere. Nos aprendimos a valorar y, creo más importante, a respetar nuestros tiempos.


Quiero volver a un mundo donde todos estamos fuera de nuestras casas, pero sin haber olvidado lo que aprendimos cuando estuvimos adentro.

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