top of page

El miedo de no encontrar el trabajo que queremos



La primer gran meta que nos ponemos como profesionistas es sin duda la de encontrar trabajo. Algunos ya están pensando en esto desde que empezaron la secundaria y otros a lo mejor desde que recién entraron a la prepa. Y así como iniciaron ese camino tan temprano, es muy probable que esas personas ya sabían por dónde moverse apenas entraron a la universidad. Sabían de la importancia de los contactos, de estudiar con anticipación y de la perseverancia.


Pero así como existen muchas de estas personas, igual existen otras muchas como yo, que afortunadamente no tuvieron la necesidad de encontrar trabajo mientras vivían bajo el techo de sus padres. Y así, aunque estoy agradecido infinitamente por las oportunidades que me dio mi familia, vivir así me hizo darme cuenta que estaba dentro de una burbuja que en cualquier momento iba a explotar.


Porque cuando se trata de trabajo, nadie va a estar ahí empujándote como lo hacían tus papás cada mañana para levantarte e ir a la escuela.


Y es que cuando te gradúas, se espera que salgas con un trabajo excelente que cubra tus necesidades básicas. Se espera que seas independiente y que no necesites apoyo de ningún tipo por parte de tus padres. Para eso se supone que fuiste a la universidad, ¿no? Sin embargo, la cosa no siempre resulta ser así. Es muy probable que tu primer trabajo al egresar sea con una empresa que únicamente quiere contratarte como becario con un sueldo que apenas te dé para la renta o ni siquiera eso. Igual es probable que bajo esta presión, decidas que lo mejor es ir encontrando un trabajo como practicante mientras sigues estudiando para tenerla más fácil a la hora de graduarte.


Lo más curioso es que a veces esto ni siquiera resulta ser una opción viable.


Vivimos con el miedo de terminar nuestros estudios y no encontrar ese trabajo que tan idealizado tenemos en nuestras cabezas. Ese miedo de estar esperando un correo que nos diga que fuimos seleccionados para tener una entrevista después de haber mandado más de 70 aplicaciones diferentes. Queremos sentirnos validados, que todo el tiempo que pasamos estudiando valió la pena aunque no sepamos ni siquiera si estamos listos para dar ese gran paso. Tenemos miedo del qué dirán nuestros amigos que consiguieron trabajo desde tercer semestre. Y por si fuera poco, tenemos miedo de que nuestros padres piensen que no nos esforzamos lo suficiente.


Así que esos últimos semestres cuando todo parece estar por terminar, despertamos por fin y nos ponemos a estudiar como locos para poder tener buenas entrevistas. Nos desvelamos hasta que nuestros ojos ya no dan más, hasta que nuestro cerebro empieza a dejar de retener información y nos empezamos a aislar de nuestros amigos porque sentimos que no estamos rindiendo al cien por ciento. Lo peor de todo es que a estas alturas del partido, nos damos cuenta que ya no somos igual de jóvenes como para conseguir un puesto de practicante de los "fáciles" como los que nos hubieran tocado en el tercer semestre, pero al mismo tiempo estamos muy chicos como para entrevistar para los codiciados puestos de tiempo completo. Y así de rápido, entendemos que a lo mejor todo lo hicimos muy tarde... Quizá desperdiciamos todo ese tiempo. Empezamos a creer que lo único que nos "merecemos" es ese trabajo de practicante que apenas nos va a alcanzar para pagar la mitad de la renta.


Muchas cosas pueden pasar por nuestra cabeza en esos momentos. De hecho, ese es uno de los momentos más difíciles en la vida de todo estudiante de último año; sin embargo, en algún momento de mi vida alguien a quien aprecio mucho me dijo algo que recuerdo muy bien hasta la fecha: Todo lo que hemos hecho en nuestras vidas nos ha convertido poco a poco en las personas que somos actualmente. Cada pequeño distractor, cada salida, cada pequeña victoria. De algún modo, todos los tropiezos que hemos tenido gracias a estas actividades extra que hacemos durante el día a día nos han ayudado a fortalecer ese carácter que tanto necesitamos en un mundo tan loco como en el que vivimos actualmente.


Volviendo al tema de la productividad del que hablaba la semana pasada, no debemos dejar que nuestra vida sea dictada por la norma que hemos seguido por generaciones. Nuestro tiempo, no importa de qué forma lo invirtamos, es lo único que realmente podemos decir que es nuestro. Y aunque no lo creas, el hecho de no hacer nada justo en este momento te está cambiando para bien de algún u otro modo.


Al menos en mi caso, todo ese tiempo que pasé no estudiando para las temidas entrevistas de trabajo en el mundo del software (un tema que tocaré más adelante, por cierto), lo pasé haciendo cosas que disfruté muchísimo en su momento. Pude formar parte de la orquesta de mi universidad y esos ratos de ensayo cada mañana me llenaban de vida. Pude conocer a muchas otras personas de otras carreras gracias a la música que corría por mis venas y hasta pude ser parte de varias bandas con personas de las que tengo recuerdos increíbles. Cada una de esas cosas aportaron un granito de arena a la persona que soy hoy en día.


A lo que quiero llegar con esto es que al final de todo, esa ansiedad que puede venir de sentir que no aprovechaste tu tiempo al máximo cuando estabas estudiando está de más (sin minimizarla, por supuesto) . Todas esas cosas que hiciste te sirvieron para formarte como persona y desarrollar habilidades que aunque sientas que ahora no te sirven, en un futuro no muy lejano lo harán. Y en el momento que te des cuenta de eso, habrás sentido que todo al final valió la pena.


Ese primer trabajo que conseguimos no va a ser el trabajo que nos va a definir por el resto de nuestra vida profesional; de hecho, ese primer empleo es tan solo una pequeña probadita de lo que vas a poder lograr en el futuro. Así que no tengas miedo de tomarlo y verlo como un reto más que vas a tener que superar. Y quién sabe, quizá ese trabajo que veías como algo chico al principio se convierta en ese impulso que necesitaba tu carrera.


Tenemos que esforzarnos, sí. Yo mismo fui víctima del pensamiento que si mi primer trabajo que tenía no era el trabajo de "mis sueños", la verdad no quería nada. Vaya sorpresa la que me llevé cuando me di cuenta que mi primer empleo real fue una experiencia que muy probablemente no vaya a repetir jamás.


Lo más gracioso es que jamás hubiera llegado a esa conclusión si no hubiera tomado ese pequeño riesgo cuando firmé ese contrato que sin duda me llevó al lugar en el que estoy ahora.

0 comentarios

Comments


ENTRADAS RECIENTES

bottom of page